Campeche atesora un gran número de cascos de viejas haciendas; varias de ellas tienen origen virreinal y a lo largo de cientos de años se dedicaron a explotar el palo de tinte.
No obstante, con la prosperidad derivada del negocio del henequén en el siglo XIX, muchas haciendas cambiaron su giro, se volvieron notablemente productivas y se embellecieron.
Con la llegada en el siglo XX de los hilos sintéticos, y con el reparto agrario derivado de la Revolución Mexicana,
las haciendas de Campeche decayeron y actualmente lo único que queda de ellas son nobles cascos que despiertan una gran nostalgia.
Varias de las haciendas de Campeche se pueden visitar y aunque muchas de estas antiguas construcciones están en ruinas, aún conmueven y cautivan. Se localizan en aislados rincones del estado, lo cual les proporciona un aura de hechizo.
Por el norte de Campeche existe una ruta informal de haciendas, que pueden visitar todos los viajeros con automóvil. De entre las más bellas, aconsejamos conocer la de Blanca Flor, los restos de la Hacienda San Francisco Dzotzil, y la Hacienda de Santa Cruz, construida en 1866. El recorrido concluye con la Hacienda Tankuché.