Hay muchas cosas que atraen a los turistas hasta nuestro país. A una gastronomía rica y variada se le suma una cultura que presenta elementos prehispánicos, coloniales y modernos, convirtiéndola en una de las más llamativas del mundo. No obstante, estos dos aspectos no son los únicos que consiguen atraer a millones de personas hasta México, sino que el principal atractivo del país continúa siendo sus impresionantes parajes naturales.
Ya les hemos hablado en innumerables ocasiones de joyas de la naturaleza como Playa del Carmen o la Laguna de Bacalar, ambas en el estado de Quintana Roo. Sin duda, los arenales de aguas cristalinas que salpican nuestras costas funcionan como un potente imán para aquellos que desean vivir en primera persona el Caribe mexicano. No obstante, no son los únicos. Los cenotes también se han convertido en un punto de peregrinación para los visitantes extranjeros, que buscan en estas peculiares formaciones naturales la instantánea más bella.
Los cenotes, cuya denominación proviene de un término maya que significa “hoyo con agua”, son estructuras geomorfológicas de origen kárstico. Los historiadores creen que eran lugares sagrados para los mayas, que veían en estas peculiares formaciones naturales un nexo entre el mundo de los vivos y los muertos, llevando a cabo en sus inmediaciones diferentes rituales. Los que hoy podemos apreciar tienen cientos de años, aunque su antigüedad varía de unos a otros, algo que se puede apreciar en su propia tipología: los que se encuentran al aire libre son los más antiguos, mientras que los más recientes son aquellos que todavía conservan una cúpula. Con todo, e independientemente de su edad, nadie duda de la espectacularidad de estas formaciones en las que se puede nadar y también practicar buceo. De hecho, y a pesar de no ser tan “aventurero” como hacerlo en la cima de un volcán, hay quien aprovecha este bello escenario para pedir en matrimonio a su pareja, incluso bajo el agua.
La Península de Yucatán es la que mayor número de cenotes alberga en su interior. Lamentablemente, algunos de ellos muestran signos de contaminación, como el de Che-Há, cerca de Mérida, en el que se han detectado filtraciones de aguas negras. En otros, la masificación turística pone en riesgo su supervivencia, lo que ha llevado a que las instituciones se planteen diversos modos de mantenerlos abiertos al público sin que ello suponga un gran impacto medioambiental.
De los más de 10.000 cenotes que podemos encontrar en Yucatán, el de Ik Kil es el más turístico de todos y el que mayor número de visitantes recibe al año, algo que se explica por su cercanía al conjunto arqueológico de Chichen Itzá. No obstante, hoy no queremos hablarles de él, sino de tres cenotes que suelen pasar desapercibidos y que son igualmente espectaculares.
Cenote Noh-Mozón, Pyxia
Es uno de los menos frecuentados, tanto por turistas extranjeros como nacionales, ya que su acceso es bastante complejo. Para llegar hasta Noh-Mozón se deben recorrer varios kilómetros por un pequeño sendero abrazado por una intensa vegetación. No es un camino sencillo y su recorrido supone en sí mismo una aventura, pero la belleza de este cenote es tal, que cuando lleguen hasta él y lo observen desde arriba ya se habrán olvidado del tedio de la travesía.
Noh-Mozón es un cenote de tipo abierto con cerca de 9 metros de caída libre, aunque su acceso se realiza a través de una empinada escalera de madera. A los pies de esta se encuentra una plataforma que permite el acceso directo al agua, con una profundidad máxima de 45 metros. Se puede nadar libremente y practicar snorkel, ya que los rayos del sol iluminan fácilmente el fondo. Con todo, se recomienda usar chaleco salvavidas.
Aunque se trata de uno de los cenotes menos conocidos, se encuentra explotado de manera turística por lo que es necesario pagar para poder visitarlo.
Cenote X’kekén, Valladolid
Este cenote es, junto con el de Samula, uno de los más bellos de la ciudad de Valladolid. Su nombre se traduce como “cerdo” en maya y proviene de una antigua leyenda que cuenta que los primeros habitantes de la zona tenían un cerdo que siempre regresaba cubierto de lodo cada vez que se alejaba. Cuando decidieron seguirlo, se encontraron con este precioso cenote al que bautizaron como X’kekén en honor al animal.
A diferencia del de Noh-Mozón, X’kekén no es un cenote al aire libre, sino que se encuentra dentro de una cueva. Esto lo convierte en uno de los cenotes más apropiados para los amantes del submarinismo, aunque también es posible nadar en sus aguas completamente transparentes, valiéndose, de nuevo, de un chaleco salvavidas.
Su acceso, previo pago, se hace a partir de una larga escalinata que va bordeando las decenas de estalactitas que se encuentran en la cavidad. Una vez abajo, los rayos del sol penetran a través de diversas grietas en el techo, lo que le confiere un aspecto digno de postal.
Cenote Lol-Ha, Yaxunah
Esta es, sin duda, la opción ideal para los amantes de la naturaleza. En sus paredes crece una variada vegetación entre la que destaca el “mata palo”, una especie habitual en estos espacios naturales que crece cerca del borde del cenote extendiendo sus raíces hasta el nivel del agua. Además, en sus proximidades, en las que encontrarán también una zona de descanso, podrán ver animales como iguanas, ardillas, mapaches, golondrinas o búhos.
Eso sí, deben tener en cuenta que su acceso es uno de los más complicados. Para llegar hasta el agua tendrán que bajar por una escalera en vertical en la que deberán extremar las precauciones. Al final de esta se encuentra una pequeña plataforma de aproximadamente dos metros desde la que acceder al agua, siendo imprescindible y obligatorio el uso de chaleco salvavidas. Además, a lo largo de toda la superficie se encuentran dispuestas diferentes cuerdas de seguridad.